En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entro en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, salto de gozo el niño en su seno, Isabel quedo llena de Espíritu Santo y exclamo a gritos: “bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llego a mis oídos la voz de tu saludo; salto de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”. (Lc 1, 39-45)
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